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Hispanola. Vangelis.

22/10/09

El discurso del Método.


René Descartes (1596-1650).
Publicado por primera vez en 1637.
Ediciones Orbis, S.A. Nº 1.
113 páginas.

Descartes es un filósofo francés, considerado el primer pensador del modernismo ya que, con él, el tema fundamental que orientaba la filosofía griega y medieval y que versaba sobre la “esencia” pasa a ser acerca del “conocimiento humano”. De la cuestión fundamental de la filosofía griega “¿qué es el ser?” y de la filosofía medieval “¿qué es el ser divino?”, el planteamiento inicial de Descartes es “¿cómo el hombre puede llegar a conocer el ser?”.

Perteneciente al Racionalismo, corriente filosófica del siglo XVII, que defiende la autosuficiencia de la razón como fuente del conocimiento, considerando, al mismo tiempo, que su ejercicio no puede estar limitado por ninguna instancia superior, ni por la religión, ni por la tradición, ni por la autoridad política,... Estamos hablando pues de la autosuficiencia de la razón.

Con este tratado filosófico su autor intenta ofrecer un método para el correcto uso de la razón, única capacidad que nos distingue según él de los animales, asegurando que todos lo hombres pueden razonar en igualdad de condiciones, advierte de los muchos errores en que caemos por el mal uso de la razón.

Parte, pues, de una duda metódica reflexionando, no sólo acerca de todos los conocimientos que tiene en su mente sino también acerca de las diversas ciencias existentes y de las costumbres de otros pueblos, conocimiento éste que fomentó con sus múltiples viajes, para intentar determinar cuáles de ellos son verdaderos y distinguirlos de los falsos, teniendo en cuenta que los órganos de los sentidos nos engañan y que cuando estamos soñando los sueños parecen ser realidad, el ser humano sólo tiene un instrumento capaz de llegar a la verdad, su alma racional.

Propone una serie de principios básicos que hay que observar escrupulosamente en el análisis de todo contenido mental:

“...no aceptar nunca cosa alguna como verdadera que no la conociese evidentemente como tal, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y no admitir en mis juicios nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente, que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda”.Pág. 59.

“...dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible u como se requiriese para su mejor resolución”. Pág. 59.

“...conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo, incluso, un orden entre los que no se preceden naturalmente”. Pág. 60.

...“hacer en todas partes enumeraciones tan complejas y revistas tan generales que estuviese seguro de no omitir nada”. Pág.60.

Su prueba de la existencia del alma humana es la siguiente:

“...inmediatamente después caí en la cuenta de que, mientras de esta manera, intentaba pensar que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que pensaba fuese algo; y advirtiendo que esta verdad: Pienso, luego existo, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos eran incapaces de conmoverla, pensé que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que andaba buscando”.pág. 72.

Su prueba de la existencia de Dios es la siguiente:

“A continuación reflexionando en este hecho de que yo dudaba, y en que, por consiguiente, mi ser no era enteramente perfecto, ...quise indagar de dónde había aprendido yo a pensar en algo más perfecto que yo mismo, y conocí con evidencia que tenía que ser de alguna naturaleza que, en efecto, fuese más perfecta. En lo referente a los pensamientos que yo tenía de muchas otras cosas exteriores en mí, como el cielo, la tierra, la luz,...no me costaba trabajo saber de dónde procedían, porqué no encontrando en ellas nada que me pareciese hacerlas superiores a mi, podía creer que sí eran verdaderas, dependían de mi naturaleza,...Pero no podía ocurrir lo mismo con la idea de un ser más perfecto que el mío, pues al tenerla de la nada era cosa manifiestamente imposible...De modo que no quedaba sino que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo,...es decir, que fuese Dios. ...pues si yo hubiese sido solo e independiente de todo otro ser, de modo que hubiera tenido por mí mismo lo poco en que participaba del Ser perfecto, por la misma razón hubiera podido tener por mí mismo todo lo demás que conocía faltarme, y así, ser yo mismo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente y en fin, poseer todas las perfecciones que podía advertir en Dios”.Pág. 73 y 74.

Aunque lo esencial del texto ha sido ya expuesto cabe señalar que Descartes dedica un capítulo entero, concretamente la tercera parte, a la moral derivada del método que acaba de exponer y que él se propone seguir, consistente básicamente en cuatro reglas que enunciamos a continuación:

Obedecer las leyes y costumbres del propio país, conservando la religión en la que uno ha sido instruido.
Cuando uno no puede descubrir la certeza entre algunas opiniones, hay que seguir las más probablemente ciertas.
Desear solo aquello que uno puede conseguir.
Dedicar toda la vida al cultivo de la razón.

Y, finalmente, destacar que el quinto capítulo lo dedica a su concepción mecanicista del mundo y de la naturaleza y el sexto a la actividad científica, aludiendo implícitamente al “caso Galileo”, contemporáneo suyo.
El valor de esta obra es indudable, dada su antigüedad, no sólo por el objetivo de su autor al escribirlo, su intento de fundamentación de una ciencia que se ajuste a la realidad sino también por su influencia posterior en la Filosofía.

Son, asimismo, especialmente interesantes la distinción que establece entre las ciencias formales y las ciencias empíricas, y por ende de los dos tipos de verdad correspondientes (el de la no contradicción y el de la adecuación), y la reflexión sobre el uso de las matemáticas y de la lógica como instrumentos para alcanzar la verdad.

No obstante, desde un punto de vista actual, y partiendo del paradigma pragmaticista, la ciencia resuelve comprender y dominar (lo cual conlleva implícito un objetivo esencial de eficacia) la realidad a partir de unas teorias que se saben interpretaciones más o menos parciales del todo, verificables y falibles y, por tanto, provisionales, que se derivan de un concepto de la mente humana cuya única función posible es interpretar datos más que el hallazgo de la verdad en sí, concepto altamente abstracto y plenamente inalcanzable e indemostrable dadas las limitaciones de nuestras capacidades reales. Debemos considerar, además, que lógicamente, algunas de sus inferencias, como es el caso de la prueba de la existencia de Dios, son totalmente inadmisibles, puesto que de la presencia mental de unas propiedades no se puede deducir la existencia real de un ser que las posea.

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